Debates urbanos 02. Trabajar en la ciudad

Como complemento a la propuesta para el polígono de Argales que recuperábamos el martes pasado, aportamos ahora este texto de Juan Luis de las Rivas sobre “Trabajar en la ciudad”. Volveremos el martes 22 de agosto con la siguiente propuesta para el debate.

Aunque no seamos del todo conscientes, estamos en un momento de cambio social y económico en el que situaciones nuevas acabarán por imponer nuevas lógicas de uso del espacio urbano. Si las respuestas urbanística y arquitectónica siguen fundándose en “lo ya sabido”, en las rutinas conocidas, es posible que nuestra inversión en capital fijo, en esa infraestructura que denominamos ciudad, envejezca antes de haberse aprovechado con intensidad. Algunos estamos convencidos de que la clave urbanística del futuro es el reciclado urbano, es decir el rehacer la ciudad que ya existe, mejorarala. El perfil rehabilitador del futuro no tiene nada de conservacionista, la rehabilitación va a exigir mucha intervención, pero una intervención mucho más compleja: más costosa en tiempo y dinero, costosa en gestión, costosa en ideas y en trabajo social. Rehacer la ciudad es más dificil que hacer barrios en la periferia. El Renacimiento fue ejemplar, cuando la arquitectura supo ofrecer una respuesta precisa a un coyuntura específia: rehacer, mejorar, sanear, engrandecer la ciudad medieval. La ciudad del Renacimiento tiene lugar encima de la ciudad prexistente, sabe interpretar las nuevas necesidades y es posterior al boom demográfico. Hay crecimiento urbano, pero el gran crecimiento es anterior.

La “gran transformación” que tuvo lugar en las sociedades occidentales como consecuencia de la revolución industrial, con el proceso urbanizador subsiguiente, condujo a un modelo urbano en el que la especialización -la zonificación- se convirtio en una herramienta clave que fomentó una separación radical en la ciudad de los espacios del trabajo. Eso que denominamos polígonos y que hoy sólo tiene sentido desde el punto de vista logístico. Otra cosa son las grandes fábricas, que siguen dotadas de cierta autonomía en su emplazamiento, en cada caso por exigencias particulares. Pero si el 60% de la población trabaja en el sector servicios y gran parte del empleo industrial pertenece a empresas pequeñas, la capilaridad y permeabilidad de las relaciones urbanas exigen repensar la relación entre trabajo y espacio en la ciudad. Ello afecta no sólo a los polígonos industriales sino a los tejidos residenciales. Si un edificio del centro urbano, concebido como vivienda sobre bajo comercial, está ocupado en su primera planta por un despacho de abogados, en la segunda por un dentista y en la tercara por dos estudios, uno de un fotógrafo y otro de un arquitecto: ¿estamos ante un tejido residencial? Este modo invasivo de usos sobre tipologias no pensadas para ellos, sin apenas control, es clarificador de nuestra “vida urbana”.

Las nuevas tecnologías de la información tienen un gran potencial “recombinante”, tal y como Bill Mitchel explicaba en su E-topía. Recombinante significa transformador, potencial de rehacer funcionalmente el espacio y dotarlo de mayor versatilidad. Lo que algunos creian que iba a facilitar el trabajo en casa -el ordenador personal- lo que ha facilitado es una nueva manera de trabajar, incluso permite trabajar en cualquier lugar. Las nuevas tecnologías dotan de mayor libertad en su localización a las empresas, sobre todo a las más pequeñas. En la ciudad hay de hecho una permanente interferencia entre el trabajo y otras funciones urbanas. Pensar que ello facilita una ciudad mixta sin más o pensar que ello se puede producir sin una adecuada respuesta proyectual es tan ingenuo como creer que el tiempo lo cura todo. En cualquier caso, necesitamos una mayor reflexión sobre los espacios del trabajo en la ciudad. La mínima prudencia nos propone mantener los espacios del trabajo en la ciudad central. No sólo por criterios de sostenibilidad -que son claves- sino por razones de eficiencia: la ciudad aguarda una revolución espacial-funcional.

Juan Luis de las Rivas Sanz

4 comentarios
  1. cibercritico Dice:

    Ser conscientes de la continuidad de las cosas es el primer paso para asumir lo que somos. Si el hombre es un ser con etapas (artificialmente enumeradas por él mismo) sus creaciones pueden ser igualmente evolutivas. Al igual que un edificio no se acaba con su construcción, la ciudad, como conjunto de edificios, personas, ambientes, lugares y espacios, continúa su andadura.

    Entonces, si partimos de esta premisa, el concepto de “rehacer la ciudad” deja de tener sentido, porque la ciudad no tiene un estado final. Es una sucesión de momentos de transición continuos. Una continuidad marcada por la premisa de la actividad, del movimiento perpetuo. Una variación que consiste pues en la inexistente estanqueidad eterna de las actividades. En este caso, una zona es industrial y puede seguirlo siendo, pero reconvirtiéndose. De hecho, ya lo hace, pero no puede completarlo debido a un encorsetamiento de la normativa. Por tanto, el verdadero problema, no consiste en la ciudad, ni en quienes la habitan, sino en las normas que la reglan y delimitan.

    Las normas nos están traicionando. Unas pautas analógicas en un entorno ya digital. Escribo en un procesador de textos para comentar el último post de una bitácora online sobre una reflexión acerca de un proyecto virtual. Estando a kilómetros de distancia, mi participación será comentada por otros situados al otro lado del océano. Esto no es el futuro: esto es el presente.

    Pero la tecnología no es la culpable, sólo ha ayudado a conectarnos. Nosotros somos quienes avanzamos, quienes evolutivamente nos superamos. Si nosotros evolucionamos nuestra manera de interrelacionarnos, nuestras ciudades también. Las normas zonales y delimitadoras de áreas de trabajo empiezan a ser contraproducentes. ¿Cómo ordenar pues la ciudad? ¿Necesita jerarquizarse? ¿Se puede reglar la interconectividad? ¿Reglamos el espectro físico sobre el virtual? ¿Empresas pequeñas en tejido industrial o autónomos sobre tejido residencial? ¿Aislamos al tejido residencial?

    Responder
  2. AmP Dice:

    Reflexionar sobre estos temas es interesante, sobre todo porque los tiempos en los que vivimos, y desarrollamos nuestra trayectoria profesional y de filosofia del proyecto, son muy distintos frente a los anteriores pero nos obligan a enfrentarnos con areas urbanas consolidadas.

    Hacer nueva ciudad es dificil, fundamentalmente en dos sentidos: por un lado porque muchas veces intentamos plantearla (echo que por si tiene algo de innatural) y construirla con las herramientas del pasado.
    Por otro lado porque a veces el producto que conseguimos ya no es lo que necesitamos.
    Trabajar en la ciudad hoy, como lugar de proyecto y del planeamiento requiere atencion a dos elementos fundamentales, segun mi opinion: en primer lugar sus tiempos, que son varios, y tienen un limite que es mucho mas distintos frente a los que antes se planteaban (la economia, el marketing e las nuevas tecnologias nos hacen convivir con objetos que tienen una vida mucho más corta o larga que la del hombre y de los tiempos urbanos que la ciudad racionalista presuponia).

    En segundo lugar la ciudad de hoy nos plantea una vuelta a la ciudad intensa, llena de mil situaciones que se suerponen y tienen limites muy blandos, tanto que las transformaciones raramente son de la escala del barrio
    sino mas bien se desarrollan con substituciones puntuales en elementos limitados de la trama urbana.

    Para alargar la reflexion añado un link a una página.

    http://www.posseweb.net/spip.php?article19

    Responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Responder a cibercritico Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.