Textos clásicos


Juan Vallés

Libro de acetrería y montería

Introducción

Juan Vallés, tesorero general de la cámara de Comptos Reales del reino de Navarra entre los años 1524 y 1564, concluyó el 1 de agosto de 1556 su monumental Libro de acetrería y montería, el cual está dividido en seis libros y dedicado, según unos manuscritos, al príncipe don Carlos (manuscritos 3127, 3379 de la Biblioteca Nacional de España y 82-6-12 de la Biblioteca Colombina de Sevilla) y según otro a doña Juliana Ángela de Velasco y de Aragón, duquesa de Frías (manuscrito 8 de la Real Academia Española).

La obra hubo de tener al menos tres redacciones. En la primera, solo trataba de la cetrería y estaba compuesta por cuatro libros –dos sobre la elección y entrenamiento de las aves (libro I sobre los azores y libro II sobre los halcones, esmerejones y gavilanes) y otros dos sobre enfermedades–, redacción representada por los manuscritos 3386 de la Biblioteca Nacional de España y 6361 de la Österreichische Nationalbibliothek (Viena), aunque en ambos casos solo nos han llegado tres libros.

En la segunda redacción, de la que no tenemos ejemplares, añadió un quinto libro sobre perros, ya anunciado en el prólogo de la primera redacción («Añadí todo lo que abla de los perros y otras muchas gentilezas que deve saber el cazador», manuscrito 6361 de la Österreichische Nationalbibliothek (Viena), fol. 3).

Al igual que la primera redacción, y como ocurrirá con la definitiva, dedica los dos primeros libros a la elección y entrenamiento de las aves; el tercero a las enfermedades y su cura, con extensa información farmacológica; el cuarto, a cómo se deben injertar (enxerir) las plumas rotas y a las cosas de que debe andar provisto cualquier cazador, y el quinto que sería el de los perros.

La tercera y definitiva redacción, concluida en 1556, es la representada por la mayoría de los manuscritos conservados (3127, 3335, 3379, 3382 de la Biblioteca Nacional de España, 8 de la Real Academia Española y 82-6-12 de la Bibioteca Colombina de Sevilla). Aumentó el número de partes a seis, pues añadió todo un libro sobre la «caça de la montería», al que consideró como quinto tratado, con lo que el de los perros pasó a ser el sexto, lo cual influyó en el cambio de título: de Libro de cetrería o Libro de acetrería a Libro de acetrería y montería. Este libro «de la montería», añadido a petición del Marqués de Mondéjar, virrey del reino de Navarra hasta el 24 de abril de 1546, permite fijar la fecha de conclusión de la segunda redacción antes de dicho año ya que en el prólogo de dicha parte Vallés habla de él en pasado:

Pero como al tiempo que huve acabado los quatro libros de acetrería arriba escritos, y tanbién el de los perros que entonces tenía puesto por quinto, y agora va por sexto d’este tractado, presidiesse en este Reino de Navarra en lugar de Rey y por Capitán General el Illustríssimo Señor Marqués de Mondéjar que al presente es de los consejos secreto, y de estado, y de guerra de la Cesárea Magestad, y su Presidente en el su Real Consejo de las Indias. (V, prólogo)

también lo apoya el que el 24 de agosto de 1557 Juan Vallés solicitara a la infanta Juana una prórroga de su licencia para imprimir su Libro de acetrería y montería (Madurell Marimón 1964-65: 120), lo que parece confirmar que lo hubo de finalizar en 1546 o 1547.

Esta monumental obra, que se podría considerar como la gran enciclopedia de la cetrería en lengua española, al igual que todas sus predecesoras, depende enormemente de sus fuentes que básicamente son el Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala y el Libro de las aves que cazan de Juan de Sahagún a los cuales critica:

Pero López de Ayala, en el capítulo diziséis, «De la purga común», ordena que quando el halcón no tiene buena hambre que lo purguen con el tártago, y que dende a dos días le den la zaragatona y tanbién lardones de tocino. Dos errores grandíssimos. (Prólogo)

Y se da el hecho curioso de que Vallés también copia a López de Ayala indirectamente, a través de la obra de Sahagún:

y afirma Joan de Safagún haver visto baharí sardo, y ahun otros estar ya mudados, y dessainados y matar garça al fin de julio. (II. 22)

pasaje en el que se parafrasea el siguiente texto del Canciller:

E yo ví un falcón del Rey Don Pedro que l’ dezían Donzella, e era baharí de Romania, e él era garçero e altanero, e vilo la prima semana del mes de agosto ser ya fuera de la muda e desainado en aquella semana matar una garça (cap. 38)

No solo hizo uso de autores castellanos que escribieron de halconería, sino clásicos como Plinio en su Historia naturalis o latino-medievales como Pedro Crescentino que dedica a la cetrería el libro X de su Ruralium commodorum libri XII, y también obras médicas como las de Hipócrates, Galeno, Mesué, Avicena, Guido de Chauliac o Juan de Vigo, e incluso afirma que para la farmacopea utilizó a Dioscórides (manuscrito 6361 de la Österreichische Nationalbibliothek (Viena), fol. 3); aunque muchos otros autores mencionados por Vallés no fueron nunca utilizados directamente, sino que son citas secundarias como se puede observar en este pasaje:

y lo que más es de maravillar que afirma Theophrasto, que si en aquel tiempo que los ossos están escondidos en la cueva mataren algunos d’ellos y cozieren algún pedazo de su carne, y después de cozida la guardaren que crecerá (V. 2)

que no es sino una paráfrasis de la Historia naturalis de Plinio:

mirum dictu, credit Theophrastus per id tempus coctas quoque ursorum carnes, si adserventur, increscere. (VIII, LIV, 128, p. 90)

Para el tratado «de la montería» empleó el Libro de la montería compuesto, según la mayoría de los críticos, por Alfonso XI al que sigue servilmente en lo tocante a los oficios del montero y las maneras de preparar las monterías y seguir las piezas (Douvier 1989-90). No sigue al rey Alfonso en lo referente a los perros porque «havía yo escrito copiosamente de los perros todo lo que convenía y hazía al propósito» (V, Prólogo). Tampoco en lo que se refiere a los montes que dicha obra cita como mejores para la caza porque «están oy rompidos y culturados por los labradores de sus provincias» (V, Prólogo). El Libro de la montería no fue su única fuente, pues habla de otro que «fue de un rey de Portugal» e incluso de «uno escrito en lengua francesa» (V, prologo). Del texto portugués, que sin ningún género de dudas debe se el Livro da montaria de João I, nada tomó, pero sí del Livre de la chasse de Gastón Fébus, y así lo aclara Vallés:

Del libro francés tomé la montería del ciervo a fuerça porque en el del Rey don Alonso estava muy corta, y tomé tanbién d’él la montería del puerco y ciervo con redes porque d’esta no escrivió cosa alguna el dicho rey (V. Prólogo)

aunque Manuel Terrón Albarrán (1990: 107) cree que la obra francesa es el Libro del rey Modus y la reina Ratio.

El Libro de acetrería y montería de Juan Vallés es, en cierto modo, un adelanto de lo que ha de venir en cuanto a libros monográficos se trata, pues todo el primer tratado de su obra es, si se exceptúa el capítulo 30, sobre los azores, y ése será el tema del libro de Fadrique de Zúñiga. En el libro II Vallés dedica un capítulo al esmerejón, y a esa ave le dedicará un breve, pero enjundioso tratadito, el conde de Puñonrostro en las postrimerías del siglo.

Juan Vallés sigue el esquema de contenidos de la literatura cetrera española, si bien lo complica un tanto debido a la gran extensión de la obra. Agrupa toda la información ornitológica y cinegética en los dos primeros libros y algo en el cuarto. Lo mismo sucede con el régimen higiénico que se encuentra repartido entre los cuatro primeros libros. Por otra parte, la quinta parte se hace muy extensa, pues a la información referente a los perros incorporó, en la redacción definitiva, el Libro de montería.

El tipo de anécdotas que presenta Vallés es más familiar, de su entorno vital, no son hazañas acaecidas a grandes señores, sino pequeños hechos cotidianos que le han sucedido a él mismo como cazador y experto en cetrería:

Yo tuve un gavilán que luego que lo huve lo di a un cuñadito mío mochacho de hasta onze años, y como siempre le dava él de comer, tomóle tanto amor que luego en viéndole piaba y se arrojaba de la alcándara para ir a él, y yo por ver si se iría detrás soltéle la lonja de la alcándara y dexélo estar assí suelto, y hize passar el mochacho corriendo y luego en viénidolo pió mucho y arremetió a él, y assentósele en los hombros, y después lo hize muchas vezes y siempre lo hazía, y como era verano y el mochacho andava en calças y jubón, y el jubón era blanco, todas las vezes que se vestía el sayo, que era negro, no piaba ahunque le vehía, y en quitándoselo piaba, porque con aquel hábito lo conocía por haverle siempre tractado con él y no el otro. (III. 1)

o a sus vecinos:

Acaeció que en casa de un vezino mío jugavan al juego de las harinas con seis dados, y cayóseles en tierra el uno, y estava acaso allí una gallina, y pensando que era pan comióselo, y para sacárselo abriéronle el papo con un cuchillo, y después se lo cosieron y untaron con azeite y sal, y curó y vivió la gallina más de dos años. (III. 54)

Esto no supone la total ausencia de grandes señores, pero quedan muy escondidos, y solo aparecen como autoridades cetreras:

Pero guarden que no tiren con ímpetu porque podrían descabeçar alguno d’ellos, como acaeció al vizconde de Echáez ahunque era buen caçador. (III. 1)

o a quienes en alguna ocasión él ha curado alguna ave:

Y yo vi una hinchazón a un açor del señor de Cadreita debajo de las dos quixadas tan grande y tan dura que la ave no podía tragar la vianda, sino que se havía de coger y picada se le havía de meter con un palillo muy por fuerça, y curéla (III. 62).

José Manuel Fradejas Rueda

Creación / última revisión: 08.12.2015